lunes, julio 24, 2017

Dios Todavía Usa Vasijas De Barro

ESJ-2017 0724-001

Dios Todavía Usa Vasijas De Barro

por John MacArthur

El Nuevo Testamento no fue escrito por la élite de Egipto. No fue escrito por la elite de Grecia, Roma, o incluso Israel. Los más grandes eruditos en el mundo en ese momento estaban abajo en Egipto; estaban en la mayor biblioteca de la antigüedad de Alejandría. Los filósofos más distinguidos estaban en Atenas; los líderes más poderosos de hombres estaban en Roma; y los genios religiosos estaban en el templo de Israel. ¡Pero Dios nunca usó ninguno de ellos! Él sólo usó vasijas de barro. Pasó por Heródoto, el historiador; Sócrates, el filósofo; Hipócrates, el padre de la medicina; Euclides, el matemático; Arquímedes, el padre de la mecánica; el astrónomo; Cicerón, el orador; y Virgilio, el poeta. Pasó por todos ellos. ¿Por qué? Las vasijas de barro servían mejor a sus propósitos. Desde un punto de vista humano (y quizás en sus propias mentes), todas esas personas prominentes eran vasijas magníficas. Pero alguien profundamente impresionado con su propio valor no va a ver valor en el evangelio. Así que Dios escogió a campesinos, pescadores, individuos malolientes y recaudadores de impuestos, vasijas de barro elegidas para llevar, proclamar y escribir el tesoro inestimable que llamamos el evangelio.


Dios sigue haciéndolo de esa manera. Él todavía está pasando por la élite. Sigue pasando por los intelectuales de corazón duro, que no escuchan y que son orgullosos. Pueden estar sentados en sus torres de marfil en las universidades y seminarios, o en sus obispados y sus posiciones de autoridad en las iglesias, pero Dios está encontrando a los humildes que llevarán el tesoro de la verdad salvadora.

¿Cómo funciona eso? Funciona porque “no nos predicamos a nosotros mismos” (2 Corintios 4:5). No somos el mensaje. La iglesia que pastoreo ha sido bendecida porque Dios ha bendecido Su verdad. No soy yo. Cuando Pablo dice: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte,” no quiere decir que sea un hombre sin convicciones. Tampoco quiere decir que es un hombre indisciplinado, un hombre perezoso, un hombre irresponsable o un hombre que no puede trabajar duro. Lo que él quiere decir con "débil" es esto: “Me salí de la ecuación. Y allí es cuando la fuerza se hizo evidente ... cuando me salí del medio.”

Si quieres ser usado poderosamente por Dios, salte de en medio. Aprende a verte como un balde de basura o, en palabras de Pedro, a revestirte de humildad (1 Pedro 5:5). No es sobre ti; no es tu personalidad, es la Palabra de Dios. Dios no necesita a los intelectuales. No necesita grandes personas, gente elegante, o personas famosas. La gente no es poder. ¡El poder es el mensaje! El coloco el tesoro en vasijas de barro para que “para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros” (2 Co. 4:7b).

Si buscas una explicación humana para el éxito de Pablo, no hay una. La gente me ha dicho: "Estoy estudiando la Biblia para ver por qué Pablo tuvo éxito." Te diré por qué tuvo éxito: predicó la verdad. Y la verdad es poderosa. O dirán: “Queremos venir a tu iglesia para averiguar qué es lo que hace que funcionen las cosas allí.” Te diré lo que hace que las cosas estén funcionen allí: la verdad de Dios. La verdad de Dios y el poder de Dios; esos son los que hacen que las cosas funcionen. La inmensidad de la grandeza explica el poder trascendente del poder superlativo de Dios sobre las almas de los que oyen la verdad. Nosotros los predicadores somos vasijas de barro en el mejor de los casos! En nosotros mismos no tenemos nada que ofrecer, ni belleza ni poder. Pablo lo sabía, por eso dice: “Y estuve entre vosotros con debilidad, y con temor y mucho temblor” (1 Corintios 2:3b).

Al final, está bien que estemos tan débiles y tan asustados. Nuestra fe no debe descansar en nosotros mismos, sino en el poder de Dios. No somos nada. Como dice Pablo en otra parte: “ni el que planta ni el que riega es algo, sino Dios, que da el crecimiento.” (1 Co. 3:7). ¡Dios lo es todo!

Hace años, James Denney escribió: “Cualquiera que vio el ministerio de Pablo y observe a un predicador como Pablo podía imaginar que la explicación radicaba en él. No en un feo pequeño judío sin presencia, sin elocuencia, sin los medios para sobornar u obligar, podría ser la fuente de tal valor, y la causa de tal transformación. En 1911, en su libro La Gloria del Ministerio, A. T. Robertson citó a Denney: “Siempre hubo hombres tan inteligentes en el mundo que Dios no pudo hacer uso de ellos. Nunca podrían hacer Su obra; estaban tan perdidos en la admiración de los suyos. La obra de Dios nunca dependió de ellos, y no depende de ellos ahora. El poder no es el producto del genio humano, la inteligencia, la técnica o el ingenio; el poder del evangelio está en el evangelio.” Nosotros, ministros, somos vasijas débiles, comunes, sencillas, frágiles, quebradizas, deshonrosas y desechables que deberían sacar la basura, pero en vez de eso estamos trayendo la gloria de Dios a nuestra gente.

Lo sorprendente es que tal debilidad no es fatal para el evangelio. Afortunadamente, el evangelio no es de nosotros. La gran realidad es que la estrategia de Dios en la arcilla es esencial para el evangelio, porque deja muy claro dónde está el poder. Somos siervos indignos, pero Dios nos ha dado el tesoro del evangelio. ¡Qué inestimable privilegio!
Este fragmento se adapta a la contribución de John MacArthur en Feed My Sheep: A Passionate Plea for Preaching.

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