martes, septiembre 30, 2008

Las Doctrinas de la Gracia y la Pasión para las Almas de los Hombres

Las Doctrinas de la Gracia y la Pasión para las Almas de los Hombres
John A. Broadus

“Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos”.
Romanos 9:3

clip_image002La preocupación para la salvación de otros no es impedida por una creencia en lo que llamamos las doctrinas de la gracia; no es impedida al creer en la soberanía divina, la predestinación y la elección. Muchas personas tienen una aversión intensa de las ideas que se expresan mediante estas frases. Muchas personas se apartan y nunca aceptarlas, porque esas ideas están en sus mentes asociadas con una noción de indiferencia apática. Dicen que si la predestinación es cierta, entonces se deduce que un hombre no puede hacer nada por su salvación; que si él ha de salvarse él se salvará, y él no tiene nada que ver con eso, y no hay necesidad de preocuparse, ni necesita que alguien se preocupe por él.

Ahora, esto en absoluto es así, y probaré que no lo es, por el hecho de que Pablo mismo, el gran oráculo de esta doctrina en la Sagrada Escritura, haya pronunciado estas palabras de preocupación apasionada ardiente por la salvación de otros, muy cerca de los pasajes en los cuales él ha enseñado las doctrinas en duda. Mire de nuevo el texto, regrese unas cuantas frases y usted encontrará el mismo pasaje en el cual muchos tropiezan: “Y a los que predestinó” - hay personas que tiemblan ante estas mismas palabras – “a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”.

Justo poco después de que él pronunció estas palabras de las cuales los hombres quieren argüir que el hombre que cree no necesita sentirse preocupado por su salvación o por la salvación de otros, simplemente un poco de después, vienen las palabras apasionadas del texto. Esto no es todo, pues usted encontrará simplemente después del texto, dónde él habla de Esaú y Jacob, que Dios hizo una diferencia entre ellos antes de que naciesen, y donde El habla de que Dios levantó a Faraón para poder mostrar su poder en él, y que el nombre de Dios pudiera ser declarado a través de toda la tierra. “De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece”. Algunas buenas personas medianamente tiemblan en la conclusión a esto, lo cual les parece ser inevitable de tal clase de lenguaje. Pero yo digo que la conclusión ha de estar mal, para el hombre inspirado que pronunció este lenguaje, sólo unos momentos antes había pronunciado estas palabras del texto.

Y cada vez que usted encuentre su corazón o el corazón de su amigo inclinado a echarse atrás de estas grandes enseñanzas de la Sagrada Escritura con respecto a la soberanía y la predestinación, entonces oro para que usted no argumente en contra de ello, sino que se vuelva a este lenguaje de preocupación por la salvación de otros, tan intensamente apasionado que los hombres se pregunten y piensan con seguridad que no puede querer decir lo que dice. El problema es que en este y en muchos casos sacamos conclusiones injustificadas de las enseñanzas de la Biblia, y luego echamos todo nuestro desprecio a esas conclusiones sobre las verdades de las cuales obtuvimos como conclusión. Ahora, digo que cualquier cosa que sea cierta, a favor o en contra de las doctrinas de la predestinación del apóstol y la soberanía divina sobre la salvación, no es verdad que harán que un hombre sea descuidado en lo que se refiere a su salvación o a la de los demás; en vista de que no tuvieron tal efecto en el mismo Pablo, sino que justo en medio de estos dos grandes pasajes vienen las palabras maravillosas del texto.

[extracto de su sermón titulado, “La Preocupación Intensa por la Salvación de los Demás” en Sermons and Addresses ( Hodder & Stoughton : New York, 1886 )]

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